Justificación. El ejercicio filosófico nos permite
gestionar nuestra existencia. Encarar, reflexivamente, todas las situaciones
que se presentan en nuestra cotidianidad. La filosofía nos permite saber cómo
tramitar diversas situaciones a las que estamos expuestos (la vida, la
muerte, la enfermedad, el gozo y la tristeza, la riqueza y la pobreza, etc.).
Filosofar nos ayuda a discernir entre lo bueno y lo malo, lo justo e injusto.
Es decir, a establecer límites en nuestro diario vivir. Por lo tanto, no se
estudia la filosofía para tener un conocimiento enciclopédico ni para conocer
-sin aplicar en nuestro ser- las reflexiones de los filósofos. En sentido
estricto, se estudia la filosofía para saber cómo, a partir de los aportes
intelectuales que han hecho los filósofos y pensadores, podemos llevar una
buena existencia. De esa manera, la filosofía es una disciplina que se
estudia para aplicar sus contribuciones en nuestra vida.
La filosofía nos invita a tener un
pensamiento crítico, a dudar de las verdades que nos han inculcado. A
preguntarnos sobre la totalidad. A no perder la capacidad de asombro y el
deseo por conocer. La filosofía nos ayuda a conducir reflexivamente nuestra
existencia y a mejorar nuestra relación con los demás, con el mundo y la
naturaleza.
Estudiar filosofía nos permite, también,
explorar y conocer las formas históricas cómo se ha construido nuestro mundo.
Por qué pensamos como pensamos. Por qué funciona este mundo de esta manera y adivinar,
al mismo tiempo, cómo puede ser de otra forma. Es decir, la filosofía activa
nuestras energías para pensar cómo podemos transformar nuestra sociedad. Filosofando,
podemos reconocer, las diversas nociones de verdad que circulan en nuestras
sociedades. Podemos comprender los sistemas, las cosmovisiones y las
filosofías que han expuesto a través de la historia (desde el alba de la
humanidad hasta nuestros días; desde los filósofos griegos, hasta los
filósofos actuales; desde los presocráticos hasta los youtubers) y reconocer
su vigencia y asertividad.
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